martes, 15 de noviembre de 2022

Sinántropos

Me gusta empezar a leerme libros sin saber bien de qué van, por dónde me va a llevar la trama, y que me acaben sorprendiendo. Y este libro lo ha hecho y con creces. Hacía mucho tiempo que no me pasaba con un libro.

Un libro que de primeras parece que va a ser una historia con drama social, se acaba convirtiendo en eso pero en mucho más oscuro, grotesco, desalentador. Esta es la historia de una venganza y a cada página, siguiendo a Corto, su protagonista, nos vamos hundiendo con él en ese pozo donde sólo espera la muerte y la desidia, la nula esperanza por todo. Sólo hay cabida para la venganza.

El uso de un lenguaje explícito, sin tabúes, oscuro en muchas ocasiones, se entremezcla con frases cortas, sentencias que se repiten, jugueteando con la poesía y lo lírico. Carlos Bassas del Rey nos demuestra tener un gran dominio de la narrativa en cuanto a la novela negra se refiere, y en esa habilidad que supone meterse en la cabeza de su protagonista hasta los rincones más oscuros del propio ser humano. Rincones en los que uno ya está tan dañado que no le importa a su vez dañar a personas a las que quiere. Nos narra escenas muy duras, de esas que por lo que sea, no son fáciles encontrar en cualquier libro. Carlos no le tiene miedo a eso, porque no trata de agradar al público, y eso es de admirar.

Para mí desde ya, una voz a tener en cuenta en la novela negra española. Una voz que sabe en qué liga juega. Y la juega muy bien.


El cazador de arañas

 Se trata de un libro de relatos de ambientación latinoamericana y que juega con el tema del terror, lo grotesco, fundamentándose en aspectos de la cultura del lugar y sus extrañas criaturas.

Son historias llenas de personajes profundos y en su mayor parte siniestros y llenos de superstición. Bebe mucho este libro de ese realismo mágico de las novelas latinoamericanas, en las que la realidad y aspecto fantásticos se entremezclan a veces entre las leyendas y mitos que se cuentan de esos lugares.

Los relatos son amenos, si bien es verdad que en general no dejan un poso que te haga reflexionar. El autor, Daniel Rodríguez Acero, no siendo natural de Latinoamérica, utiliza un lenguaje y unas expresiones del lugar que ayudan mucho a meterte en esa ambientación, con uso de algunas palabras que hace necesario tirar de diccionario para entenderlas. Eso, junto a que el estilo está muy cuidado y se nota que es alguien que sabe escribir bastante bien, es de lo más meritorio de este escritor. Me quedo con la curiosidad de leer algo suyo de mayor extensión al relato, porque me da la sensación de que puede ser una buena novela.